THEATRE:

Ediciones Primera Plana S.A. Grupo Zeta

6 de septiembre del 2000

'El cementerio de automóviles'

Autor: Fernando Arrabal

Escenografía: Xavier Mascaró


Foto de una escena del montaje de la obra de Fernando Arrabal, que se
representa en el Teatre Principal.

Dirección: J. C. Pérez de la Fuente

Producción: Centro Dramático Nacional de Madrid

Teatro: Principal

GONZALO PEREZ DE OLAGUER

El estreno de uno de los textos con mayor peso de la obra de Fernando Arrabal --a mí me atraen más otros, como El arquitecto y el emperador de Asiria -- siempre es una cita con un teatro arriesgado, comprometido, original y polémico, y que admite más de una lectura a la hora de ponerlo
en escena.


En este caso, inevitablemente, uno tiende a comparar la propuesta de Pérez de la Fuente con la que, en 1977, hizo el mítico Víctor García. Y, al hacerlo, el que gana es el autor, cuyo texto --la obra pide un esfuerzo al espectador para entenderla-- llega al público más claro, más limpio. Y eso pese a los seis coches de desguace y 35 de juguete que ocupan un escenario de tonalidades grises y polvorientas.


En este extraño escenario habitan no menos extraños personajes, condenados a una desagradable convivencia, que simbolizan una sociedad marginada y desintegrada, anclada en la represión . La llegada de Emanu, un músico que respira claridad, bueno por definición, que acabará crucificado en el manillar de una moto, introduce en la obra la simbología bíblica, que alcanza a otros personajes.

El cementerio de automóviles no es una obra diffcil. El montaje deja en primer término lo esencial de la reflexión del autor; desarrolla una historia única . Violencia, sarcasmo, humor, ternura y lirismo se dan cita en el escenario. Es posible poner pasión, mayor irreverencia, provocación añadida, en este montaje de Pérez de la Fuente? Posiblemente sí.


La disciplina a la que se sujetan los 11 actores del Centro Dramático como personajes de este caótico viaje iniciático resulta encomiable. Han debido habituarse a saltar y moverse por los techos de los coches y ceñirse a la musicalidad de un texto no habitual. Lo resuelven bien en general, con trabajos destacables de Beatriz Argüello, Juan Egea, Alberto Delgado y Carmen Belloch. Los dos primeros forman una pareja a veces dominadora y a veces sumisa.


La obra original --la representación de García-- mantenía un tono de desesperanza que Pérez de la Fuente, sin cambiar el texto, ha buscado invertir a través de la actitud de Dila en la última escena. El espectáculo es una muestra del tipo de teatro que debe abordar un teatro público.