THEATRE :

Domingo, 13 de enero de 2002

El MUSEO Reina Sofía
acogerá una obra de Arrabal
que interpreta
María Jesús Valdés


R.T. | Madrid

A pesar de ser una de las actrices más sólidas y veteranas de la escena española, María Jesús Valdés no se había enfrentado nunca a un monólogo. Por miedo. Ahora lo hace, 'más que asustada, aterrorizada', con una de las últimas obras de Fernando Arrabal, Carta de amor (Como un suplicio chino), en el Centro Dramático Nacional, con puesta en escena de Juan Carlos Pérez de la Fuente, director de esta unidad de producción. El estreno será el próximo 18 de enero, en el Museo Nacional Reina Sofía.

Arrabal, quizá el autor español vivo más representado en el mundo, escribió Carta de amor en 1999. Una misiva 'para la mujer que me dio a luz' en la que repasa parte de su vida. Era un regalo de cumpleaños para su madre, quien llegó a leer la epístola; falleció hace un año, a los 94 años.

María Jesús Valdés le da tanta importancia a este trabajo que piensa que puede ser el inicio de lo que llamaría su cuarta vida. Y es que la actriz, que siempre se niega a desvelar su edad, cuenta con humor que ha vivido tres vidas. La primera, desde que inició su carrera en los años cuarenta hasta convertirse en una de las actrices más elogiadas del teatro español. La segunda, desde que en 1957 se retira del teatro 'por amor'. Y la tercera, desde que la llamó Marsillach en 1987 para devolverla al teatro.

El CDN, cuya sede del María Guerrero está en obras a causa de las termitas, inaugura como sala de teatro lo que hasta ahora ha sido un almacén del Reina Sofía. Se dice que cuando el edificio fue hospital era la sala de vivisección o donde encerraban a los locos. Pérez de la Fuente lucha para que el espacio quede para eventos especiales, y Valdés dice que hay en él una extraña paz: 'Es como si se notara que ha sido un lugar de sufrimiento, pero hay buenas vibraciones', afirma la actriz, que interpreta a un personaje que llega a los 100 años.

'Creía que el montaje iba a ser en clave naturalista, territorio en el que yo estoy a mis anchas, pero Juan Carlos ha elevado el personaje a mito, a heroína, aunque en él se encierran todas las madres, con su dolor, y como en todo el teatro de Arrabal hay una gran ceremonia. Es un teatro de rito y además hay algo místico. Lo cierto es que estoy cometiendo una auténtica osadía; si no, no lo haría'.

El montaje cuenta con imágenes que forman parte de la memoria personal de Arrabal en torno a la misteriosa desaparición de su padre. 'Hay ausencia de personajes, salvo los tres sobre los que gira toda la obra de este autor, madre-padre-hijo', señala Pérez de la Fuente, quien al leer Carta de amor concluyó que era como una síntesis de toda la obra de Arrabal. 'Para montarla sólo me exigía dos cosas, una gran actriz que jugara con esa parte impúdica de la obra y con la que hubiera compartido muchas cosas, para que no hubiera pudor ni extraño respeto, y un espacio mágico, casi esotérico, como el que hemos encontrado', dice el director.

Arrabal cuenta así sus vivencias mientras creaba esta obra: 'Al escribir Carta de amor aniquilaba mi relación con el tiempo y el espacio, como si encerrase el secreto de la eternidad. Tenía la garganta anudada por los lazos de amor-odio tejidos con la mujer que me había dado a luz. Como si el conflicto de Edipo y la tragedia de la historia, la condenación a muerte de mi padre y el misterio de su desaparición acabaran de surgir en el instante'. El estreno mundial de Carta de amor fue en el Teatro Nacional de Israel en junio de 1999.