INTERVIEW:

27 / 02 / 2002


Es el dramaturgo, además de novelista, ensayista, poeta y cineasta, más representado en el mundo.

ENTREVISTA / FERNANDO ARRABAL

 

"HE PERDIDO LA INOCENCIA Y NO CREO QUE SE ME VUELVA A APARECER LA VIRGEN"

Fernando Arrabal reconstruye en "Carta de amor" la tragedia que marcó su vida y desentraña la relación amor odio con su madre, salpicada por preguntas sin respuesta sobre la desaparición de su padre, un republicano condenado a muerte. El "exorcismo" se representa en el Museo de Arte Reina Sofía y la crítica lo ha definido como un Guernica teatral. A sus 69 años ha dejado de ser un "maldito" para convertirse en un clásico.

por Juan Carlos Rodríguez

P.Desde su atalaya parisina, ¿ve España instalada en lo que Aznar llama la "aburrida normalidad democrática"?

R.Sócrates y Arcibiades mantienen un diálogo sobre democracia. Cuando éste último, un chico muy guapo que quiso llevarse a la cama al viejo rechoncho, le pregunta al filósofo cómo puede conseguir votos, Sócrates le responde: "Lo que tienes que hacer es convencerme a mí, no a todos". Entendida de esta forma, la democracia es muy interesante. Pero a mí me gusta más el amor que la política...

P. ¿Lo practica mucho?

R. Tengo casi 70 años, y Dios me dio un uniforme no apto para unas prácticas excesivas en este dominio.

P. Me refería a un sentido más amplio del amor.

R. Sócrates también dice algo que me ha ido bien desde que me enamoré por primera vez de una monja teresiana que me enseñó a leer y a escribir. Amar es una frustración: no ser tan bello como el otro. Además, es una astucia. La frustración de la astucia deriva en inteligencia, que se va sublimando hasta alcanzar la levitación. Entonces se empieza a amar la ciencia, la poesía, la literatura. Y por fin se ama el amor.

P. Ya destacaba en la escuela. ¿Recuerda la lista de los reyes godos?

R. Ataulfo, Sigerico, Walia... Me sirvió para ganar un premio en el concurso nacional de superdotados. Es una pena que se haya relegado el papel de la memoria en la educación, porque es la base de la imaginación, que brota únicamente de la combinación de recuerdos. Yo no concibo la inteligencia si no es como el arte de servirse de la memoria.

P. ¿Teme perderla?

R. Yo practico un juego: cada 15 días hago una crónica filosófica y técnica sobre el juego del ajedrez. Hace 25 años que la publico en el semanario francés L&Mac226;Express. Que yo sepa, no hay ningún jugador que tenga esta enfermedad. Por el contrario, uno de mis mejores amigos, el filósofo Ciorán, que quería ser español porque admiraba nuestro misticismo, acabó con Alzheimer. Un día le llevé flores al hospital y me preguntó que cómo se comían. No se puede imaginar pérdida mayor que la memoria.

P. Rememoremos. En 1947, con 15 años, usted empieza a sospechar que su padre, un republicano condenado a muerte, había sido abandonado por su madre, católica y franquista, y que ella le había incomunicado con él. ¿Cómo vivió aquel episodio?

R. Como el momento más trágico de mi vida. De repente la figura de mi madre, a la que yo idolatraba, empieza a tambalearse. Y a mi padre, a quien se me había presentado como un monstruo (porque se jugó el porvenir de sus hijos por sus ideas políticas), lo veo como un santo. Cuando el levantamiento del 18 de julio, él no quiso tomar las armas. Fue condenado a muerte por rebelión militar y conducido a los penales de Melilla, Ceuta, Ciudad Rodrigo y Burgos. Pasó un año en el pasillo de la muerte y le conmutaron la pena por una condena de 30 años y un día. Tras un intento de suicidio y varios traslados, logró fugarse del hospital militar de Burgos la noche del 28 de enero de 1942. Después se lo tragó la tierra. Pero la versión de mi familia es que había muerto en prisión.

P. ¿Se puso en contacto con usted?

R. Lo intentó por todos los medios. Ahora sabemos que estuvo constantemente enviándome cosas, como una locomotora formidable en la que escribió: "Recuerda a tu papá". Pusieron tinta encima para borrarlo.

P. En su afán por encontrarle con vida, llegó a acudir a Quién sabe dónde...

R. Los del programa estuvieron maravillosos; nunca había recibido tanta información. Mi editor francés puso también una página web para ayudarme en la búsqueda. Y mucho antes me había entrevistado con La Pasionaria, que me recibió muy cariñosamente en Moscú. Nunca llegué a obtener la pista decisiva. Ahora tendría menos edad que la que tenía Ernest Junger cuando murió (con 101 años y en perfecto estado cuando le visitaba en la Selva Negra), pero hay muy pocas esperanzas de encontrarlo vivo.

P. En sus sueños y pesadillas, ¿lo ve vivo o muerto?

R. Me queda sobre todo el recuerdo de sus manos, unas manos mágicas que me enterraban los pies en la arena de la playa de Melilla. Pero en mis sueños lo que aparece es el retrato que le hizo un compañero de prisión llamado Colino. Mi padre también era pintor; yo diría que el mejor retratista al óleo del mundo. Un día me llamó el hijo del historiador Carlos Seco Serrano, un hombre generoso al que yo no conocía, y me dijo: "Tengo un regalo para usted". Era otro cuadro, una acuarela que su padre (un comandante condenado a muerte por el mismo motivo, pero fusilado al año siguiente), le había hecho al mío en el penal de Hacho (Ceuta).

P. Usted también estuvo en la cárcel en 1966 por insultos a la patria.

R. Sí, escribí la dedicatoria "Me cago en Dios, en la Patria y en todo lo demás" porque un admirador sincero que fue tachado de fanático me pidió algo blasfemo y pánico, sin saber que la leería su tío, un capitán de navío que me denunció ante Franco. La primera noche apareció en aquel zulo un hombre muy gordo con un plato de judías con chorizo. "Es la cena", me dijo. Estaba tan acongojado que no podía tragar. Entonces se sienta a mi lado y me dice: "No, tiene que alimentarse, que mañana vendrá el juez. Vamos, una por papá, otra por mamá...". Aquel carcelero fascista, que parecía representante de la Inquisición, de pronto se comporta con esa humanidad. Tenemos que dudar de nuestras certezas.

P. Cuando escribió Carta de amor, ¿sabía que se enfrentaba a un exorcismo?

R. Era un tema que era necesario que terminara bien. La escribí con amor y mi madre la recibió con entusiasmo. Estaba loca de contenta (punto más alto de la alegría con fulgores de espejo y de evidencia). Antes de morir, en la Navidad de 2000, seguía todos los estrenos en el extranjero y guardaba los recortes. Siento que no haya conocido éste, que es el mejor de lejos. ¡Ojalá desde el paraíso asista todas las noches a su clamoroso triunfo!

P. El director del Centro Dramático Nacional y de su Carta de amor, Juan Carlos Pérez de la Fuente, afirma que con esta obra ha alcanzado usted la categoría de clásico...

R. Hay obras que caen bien, otras caen mal y otras que son mediopensionistas. Con ésta se ha producido un milagro. Es el mejor espectáculo que yo he visto en 50 años. Cuando se estrenó en Jerusalén en 1999 la representación fue muy buena, y la actriz Orna Porat recibió el Premio Israel. Pero aquí hay algo más, porque estamos todos concernidos: autor, director, actriz, escenografía... He tocado el violín del alma.

P. En la epístola culpabiliza a la Madrastra Historia por haber transformado la relación edípica con su madre en un suplicio chino.

R. Sí, pero España ha hecho un esfuerzo enorme, como no lo ha hecho ningún otro país, para deshacerse de este pasado cainita.

P. Dice Francisco Nieva que "Arrabal es el dramaturgo más español que pueda darse". ¿Está de acuerdo?

R. Es normal que yo tenga los defectos y las virtudes de este país. Cela decía con su vozarrón: "Desde Calderón no ha habido un autor dramático más español que Arrabal". Cuando se vea con calma mi teatro o mi cine se verá que está impregnado de la tradición española. A mí me gustan Cervantes y Gracián.

P. ¿Le ha felicitado la Virgen?

R. Cuando surge la polémica en torno a mí suele recordarse la aparición que tuve a los 17 años. Fue algo prodigioso. Pero es algo que no merecí. Lo describo en La torre herida por el rayo (Premio Nadal de Novela 1984) como un momento de mucho fervor, cuando estuve a punto de ingresar en la Compañía de Jesús.

P. ¿Cree que volverá a aparecérsele?

R. Me gustaría muchísimo que llegara otro momento así, pero he perdido la inocencia. Además, practico el arte de dudar de mis certidumbres.

P. ¿Sigue empeñado en ser santo?

R. Yo quisiera ser santo, pero soy un pésimo aprendiz. Qué ser humano no quiere serlo, quién no intenta llegar a la perfección. La santidad es el último avatar de la inteligencia. La bondad tiene mala prensa, pero me parece superior a la genialidad. Como dijo Beethoven: "En presencia del general Genio, saludo, y en presencia del mariscal Bondad me arrodillo". Pero la bondad exige una dedicación constante. Y hay que tener en cuenta que los hombres tenemos una morcillita entre las piernas que nos impulsa a la violencia.

P. ¿La morcillita le impide ser bueno?

R. Picasso sólo inspiró amor cuando le caparon. Cuando le operaron de próstata volvió anonadado de dolor e impotente. Al final de su vida, Jacqueline se desvivía por él. Pensábamos que se hacía pasar por esclava, porque ninguna mujer había llegado a amar a ese hombre sexualmente tan potente. Ahora sabemos que él estaba castrado. Creo que ella era una santa; se suicidó porque le faltaba su presencia. A veces le llamaba Dios.

P. ¿Se puede amar a una persona que te llama Dios?

R. Como decía Sastre, "no hay nadie superior a mí, pero todo el mundo está a mi altura".

P. ¿Reza usted?

R. Todas las mañanas, un padrenuestro. Borges me confesó en Tokio que él, tan agnóstico como yo, también lo hacía. Se lo prometió a su madre. Creo que es una de las razones más bellas para rezar.

P. Es dramaturgo, poeta, novelista, ensayista, cineasta... ¿qué le llena más?

R. Ahora me gusta escribir ensayos filosóficos cortos. El día 28 termino lo que mi editor cree que es una novela, pero será mi ensayo menos malo. Va sobre la existencia del tiempo..., y sobre la existencia de mi polla, que me da muchas preocupaciones.

P. ¿Y eso?

R. Cuando escribo, nadie puede entrar en mi habitación, ni mi mujer ni mis hijos. ¡A causa de la punta de mi polla, que desde Ciudad Rodrigo me provoca tantas cuitas! Huele muy fuerte, y necesito su olor, su irracionalidad, su animalidad indomable e incluso su estúpida candidez.

P. ¿Comenta estas intimidades en su tertulia parisina?

R. Quién sabe, allí los temas van desde el mito de Don Juan a la clonación. Antes me interesaban las matemáticas, que eran la respuesta filosófica a la materia en contacto con el espacio. Pero ahora me apasiona la biología molecular, que es la lectura de lo infinitamente pequeño de consecuencias gigantescas. Es más decisiva. Mi intención es que la tertulia sea como El banquete, comenzar gritando viva el vino, viva el amor y viva la fortuna. Asisten chicos y chicas muy monos, y nos elevamos bebiendo vino Arrabal, un tinto muy bueno del Ródano que se cosecha en Lirac.

P. Le sugiero un tema: en Afganistán la fotografía estaba prohibida, pero los talibán más presumidos se hacían retratar sin ningún pudor.

R. La noción de pecado incita a cometerlo. La sociedad española era más tórrida cuando existía esa noción. A mis 70 años estoy entre dos mundos: el del calentón y el cerebral.

P. Una vez quedó en "intentar" la homosexualidad. ¿Llegó a atreverse?

R. En ajedrez hay un lance, que es la amenaza. Y ésta es superior a su ejecución. La espera del placer es superior al placer. A lo mejor un día la pruebo, porque la homosexualidad es un tema constante en mi obra. Mi lado femenino está presente: yo hubiera querido ser las mujeres que me han rodeado siempre. En materia de sexualidad he amenazado mucho. Italo Calvino pensaba que como yo había creado el Movimiento Pánico era de orgía diaria. Y en Nueva York, los del movimiento beat, Ginsberg y compañía, me recibieron en la taza del váter. Me sorprendió una barbaridad.

P. ¿Teme a la muerte?

R. Sobre todo, a no estar bien en el instante de morir. Hay muertes admirables: la de Goethe, que pedía luz, es decir, a Dios. Proust preguntó por su mamá... La que más me gusta es la de Sócrates, que al sentirse envenenado por la cicuta dijo: "No olvidéis llevarle un gallo a Esculapio: quiero quedar en paz con él"; aunque él creía en Dios, y no en las ofrendas a dioses curanderos. Estaría bien tener un detalle de humor. Lo peor es morirse como Ciorán, que se olvidó hasta de respirar... Yo espero encontrarme con los que han contado en mi vida: Beckett, Dalí, Bretón, Magritte... Entrar en el ballet eterno.


+ "Carta de amor (Como un suplicio chino)" se representa en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía hasta el 24 de marzo.




EL MOVIMIENTO PÁNICO

En 1963, Arrabal, Jodorowsky y Topor crearon el Movimiento Pánico. "El pánico es la crítica de la razón pura, es la pandilla sin leyes y sin mando, es la explosión de Œpan&Mac226; (todo), es el respeto irrespetuoso al dios Pan, es el himno al talento... loco, es el antimovimiento, es el rechazo a la Œseriedad&Mac226;, es el canto a la falta de ambigüedad... Es el arte de vivir (que tiene en cuenta la confusión y el azar), es el principio de indeterminación con la memoria de por medio... Y todo lo contrario", explica el Premio Nacional de Teatro 2001. ¿Sigue vigente? "Sí. En esta entrevista, por ejemplo, hemos usado esta ciencia basada en la memoria y el azar".

DE "MALDITO" A "CLÁSICO"

Juan Carlos Pérez de la Fuente, director del Centro Dramático Nacional, se ha propuesto rescatar de un lamentable olvido a nuestro dramaturgo contemporáneo más internacional. Su particular cruzada empezó el año pasado con "El cementerio de automóviles" y sigue con esta "Carta de amor (Como un suplicio chino)". "Queda atrás ese Arrabal provocador. Con esta obra alcanza la categoría de clásico. Aquí se resume, no sólo todo Arrabal, sus conflictos, sus obsesiones, sino los últimos 70 años de la Historia de España a través de la historia de la madre. Es un culto a nuestra memoria", dice De la Fuente. Además del padre ausente, la madre y el hijo (una "Trinidad" encarnada magistralmente por la "mater" dolorosa María Jesús Valdés) en este monólogo a tres voces aparece un cuarto personaje: la guerra civil, "Madrastra Historia" que condenó a toda la familia a un tormento chino.

EL AGNOSTICISMO DE IONESCO

Arrabal mantuvo amistad con Ionesco, de quien relata esta anécdota: "Un día mi mujer y yo fuimos a verle. Tengo la suerte de estar casado desde hace medio siglo con Luce Moreau (con la que tiene dos hijos: Samuel y Lélia, un ser con pajaritos en la cabeza&Mac226; al que ama con locura), una mujer que tiene algo superior a su inteligencia: su modestia. Él solía decirme: Fernando, tú y yo que somos agnósticos...&Mac226;. Ese día nos habló de Marthe Robin, una de las intelectuales más importantes de este siglo, y nos dijo que en los últimos 45 años, no comía, ni bebía ni dormía, y que los viernes le salían estigmas en las manos. Es una histérica&Mac226;, dijo Luce, que tiene una admiración casi ilimitada por San Francisco de Asís. Él se puso muy nervioso e inquirió: ¿Entonces qué piensas de Francisco de Asís?&Mac226;. Mi mujer, que ha escrito sobre él, respondió: Un histérico también&Mac226;. Con toda su buena fe, le explicó que la señal de los clavos de la crucifixión sólo podía estar en las muñecas. Ionesco estuvo a punto de morirse. Le puso en duda, sacándole de su agnosticismo creyente".