17 de agosto de 2002

Las estrepitosas carcajadas de Lenin


¿Cómo imaginar al "primer dadaísta" Tristán Tzará en 1916 bailando en un cabaré suizo con un tutú casi transparente cubriendo su desnudez? ¿Cómo imaginar las estrepitosas carcajadas de Lenin aquella noche de danzas y de macabros? ¿Cómo imaginar al líder ruso un año antes de que tomara el poder e instaurara el terror, aplaudiendo a rabiar aquel baile sin disfraces mientras el público, a pesar de estar acostumbrado a las pantomimas y provocaciones de los vanguardistas de pro y añil, rabiaba atragantado por la última, pero esta vez insoportable, exhibición de su ídolo rumano? ¿Cómo imaginar al Tzará del cabaré Voltaire los que le conocimos [y conocimos también a su hijo Christophe, doctor en Ciencia Química por la Sorbona y ex-yerno de Nathalie Sarraute, con el que a punto estuve de tramar un atentado de ceniza con mi energía y la suya que a la sazón era atómica] y le frecuentamos durante los cinco últimos años de su vida? ¿Cómo conseguir concordar la imagen de la durmiente bailarina del vientre con la del anciano ¡tan despierto! con el que yo jugaba al ajedrez y desnudaba alacranes en el remanso de un café del Barrio Latino?

El gran dadaísta murió ocho años después de mi llegada a París cuando él era tres años más joven que hoy yo lo soy. Sin necesidad de que sus buitres y sus lobos le "suprimieran las constantes vitales" dejó de existir, como mi madre de la carta de amor, durante la Nochebuena.

Tristán Tzará en "Almanaque" aseguró que "la palabra dadá nació, no se sabe cómo". Pero a la encuesta de "Aventures" respondió que intentó "introducir un vocablo, dadá, carente de significado". En sus "Obras completas" detalla la ceremonia: "...una mano verde colocó su fealdad sobre una página del Larousse; designó precisamente dadá y la elegí". Hans Arp lo certificó: "declaro que Tristán Tzará dio con la palabra dadá el 8 de febrero de 1916 a las seis de la tarde en presencia de mis doce hijos... y yo llevaba un brioche en la nariz izquierda". Pero en "Dadá au grand air" reconoce que "todo esto no tiene importancia, sólo a los imbéciles y a los profesores españoles les interesan las fechas". La verdad es que por vez primera en el "Diario" de Hugo Ball el 18 de abril de 1916 aparece una mención escrita de la palabra. El poeta alemán Richard Houelsenbeck definió dadá como "el primer grito del nene; expresa lo primitivo, el comienzo desde la nada y la novedad que caracteriza nuestro arte. No podríamos encontrar un mejor vocablo". El porvenir se desvanecía bajo flores y arrogancias.

Durante la noche fundadora de abril de 1916 en el cabaré Voltaire, según el catedrático de la Sorbona Dominique Noguez, "Tzará oscilaba lascívamente como una bailarina oriental mientras un bocazas cuya gorra, bigotes y barba disimulaban sus rasgos mongoloides, encendido por el alcohol y la excitación, marcaba el ritmo con las manos". El público escandalizado por el meneo del danzarín en oleaje bramó: "¡No!¡no!...¡No no!". Lenin no sólo rió estrepitosamente sino que "aprobó con su vozarrón los tambaleos de la bayadera. ¡Da!, ¡da!... Dadá! gritaba el inventor del Gulag. Es decir ¡Sí!, ¡sí!... ¡Sisí!"

Cuando me refiero a dadá en mis efímeros poéticos (alias conferencias) con generosidad se me atribuyen las raices y las volutas de la invención. Pero un día Gonzalo Santoja y Juan Manuel Prada ¡sagacísimos!, al final de la improvisación, me pidieron las referencias del autor que citaba. Dominique Noguez publicó en Editions Laffont el ensayo "Lenin dadá" fuente y mina sobre el tema y sus refriegas. Como afirmó el cuasi cubano Francis Picabia " el naricitas, dadá, parece ruso".

Lenin, desde el 21 de febrero de 1916 hasta el 2 de abril de 1917 vivíó, antes de la batalla, con su mujer Kupskaya en el número 14 de la Spielgelgasse de Zurich. En el callejón del "Espejo", enfrente de Tristán Tzará para mirarse en la luna de los dadaístas. El municipio de Zurich no recuerda al cabaré situado en el número uno del callejón, pero ha clavado la lápida de la costumbre encima del dormitorio sin estambres de los Lenin.

Tzará "intercambiaba ideas con Lenin" según afirmó Huelsenbeck en sus "Memorias de un dadá tambor". Y Julien Green, católico de lo sublime y sus mantillas, escribió en su "Diario" el 5 de febrero del año de mi nacimiento, "un pintor me dijo: con Lenin compartía las gachís. Era muy alegre, muy bueno y en amor muy guarro". A Tzará y a Lenin muchas cosas les unieron en Zurich, desde el ajedrez hasta los suspiros y rubores de los cabarés.

Noguez analiza las letras de ambos. Por ejemplo el documento "Tzr 6" escrito sobre una hoja con el membrete del "Mouvement dadá". Considerado hasta hoy como manuscrito de Tzará, este texto en realidad es de puño y letra de Lenin. Noguez confronta los escritos de Tzará con los que Lenin escribió en francés. Y entre ellos dos cartas del zaricida a Camille Huysmans, secretario del Bureau Socialista y el borrador de "La tarea de la izquierda en el partido socialista". Establece con cuadros comparativos la manera de escribir las "d", las "g", las "p", las tildes de las "t" y de enlazar las letras de Tzará y de Lenin. "No cabe duda aquellos textos de Tzará fueron escritos por Lenin" Y se pregunta irónico "los manuscritos en francés de Lenin ¿fueron redactados por Tzará o los de Tzará por Lenin?"

Noguez nota la tendencia al leninismo de dadá y percibe la huella y los plumajes de Lenin como ideólogo y organizador del dadaísmo. Dalí, siempre adivisionario, pintó en "Alucinación parcial" seis imágenes de Lenin sobre un piano. En la partitura, en lugar de notas figuran miserables hormigas como imagen del proletariado leninista. Noguez sugiere que precisamente fue la insistencia del Lenin dadaista la que condujo a los nihilistas instalados en Moscú a beber como palomos en la charca de dadá: "ellos van a la derecha y nosotros a la izquierda .O vice versa. Pronto se creará el frente único internacional de los nitchevoki y de dadá."

"La rabia visceral y el masoquismo bestial de Lenin es de origen dadá; para él todo era posible en la abyección puesto que nada tenía valor. A la luz de dadá la revolución rusa es una farsa de bufón , una inmensa máquina infernal y una burla contra los proletarios de todos los paises". Como todas las revoluciones para los terroristas que Madrastra Historia parió con pólvora, fuego y sangre.

Harto de terrorismos y de sus bucéfalos y bucelarios del tiro en la nuca Tzará ordenó en el número 13 de Littérature: "¡No se dispare más, no se hable más!". Como si obedeciera a este mandato en marzo de 1923 Lenin comenzó su largo y definitivo mutismo. Gustave Welter reconoció que su führer paralizado por la enfermedad "no llegaba ni a pronunciar ni a trazar la palabra revolución". Igual que los alienígenas del terror actual.

El camarada Puzyna en la hagiografía "Lenin el Grande" cuenta la última y dadaista aparición pública del mandamasas ante la exaltación y los hisopos del Soviet de Moscú: "... Lenin trató de hablar. Nadie comprendíó sus farfullas y balbuceos. Por tres veces se alzaron las ovaciones de los camaradas"... del entusiamo y la disciplina. El hemiplégico y mandaterroristas se calló. "Todos esperaron con fervor en silencio. Por fin Lenin rió ¡con carcajadas estrepitosas!".

Arrabal