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El personaje central de su novela es un español
en coma al que acosan sexualmente dos mujeres y dos homosexuales.
Además, él es consciente de todas esas manipulaciones,
que le llevan a descubrir otras fronteras del sexo. ¿Por
qué ha elegido esa situación límite?
Me interesaba contar una situación imposible e impensable
de un 'yuppie' español cristiano, bíblico, que
vive en Nueva York y que se enfrenta tullido e indefenso a ese
acoso sexual.
¿Ese español tiene algo que ver con usted?
No tengo nada que ver con él ni con
los cuatro personajes que lo rodean. Es una invención
absoluta, tal como ocurre en las grandes novelas, en las de Kafka
o en el 'Quijote. Era una aventura que me propuse vivir, mirar
y estudiar.
Mientras la escribía, ¿llegó a percibir
físicamente lo que sentía el protagonista de la
novela?
Es cierto que este libro me ha hecho sufrir, vibrar, y me ha
excitado sexual-mente. Hasta hace muy poco en Estados Unidos
no se hablaba del problema del sexo oral. Esto se mantenía
como un tema específico para ciertas revistas porno, hasta
que ocurrió ese asunto entre el presidente Bill Clinton
y la señorita Lewinsky. También los biólogos
moleculares comenzaron a hablar del sexo oral con total naturalidad.
Esta práctica sexual, que parecía muy segura para
defenderse del sida, resultó que podía entrañar
algo de peligro.
¿Y eso le llevó a escribir este libro?
Mi intención ha sido enfrentar a ese místico español
al pecado y al infierno. Quería saber qué le ocurría
en una situación sexual tan al límite de lo posible.
Pero también hay otras lecturas de la novela.
¿Por ejemplo?
La saturación y banalización del sexo. Es preocupante
esa continua petición de orgasmo, como momento capital
en la vida del ser humano. El número de personas que fornican
hoy es el mismo que había en Ciudad Rodrigo cuando yo
era niño. Pero con una variante: los que fornicaban entonces
estaban condenados por la sociedad y los que se jodían
no haciéndolo tení-
an la ventaja de vivir en el lado bueno de las cosas. Sin embargo,
los que no joden ahora, que son la mayoría, están
jodidos y frustrados. Ahora sólo fornican los ricos.
¿Sólo los ricos?
Desgraciadamente ese derecho humano está reservado casi
exclusivamente a los ricos. El éxito donjuaniza, y ya
sólo los famosos o los muy jóvenes fornican. El
resto de la gente se queda en su casa, esperando recibir una
tarjeta de crédito de El Corte Inglés.
Hace años usted inició una búsqueda desesperada
de su padre, que plasmó en la novela Ceremonia por un
teniente abandonado ¿Le queda alguna esperanza de dar
con su paradero?
No tengo esperanzas. Es como si se lo hubiera tragado la tierra.
Es una búsqueda mítica. El mito de Edipo. Es un
hombre que fue negado hasta el final y por lo tanto desapareció.
¿Huye de los políticos o son éstos los
que huyen de usted?
No huyo de ellos. No tengo oportunidad de hacerlo porque prácticamente
no tengo contacto con los políticos, aunque hay alguna
excepción. Conocí a Alfonso Guerra, a la ex ministra
de cultura Carmen Alborch y a su sucesora Esperanza Aguirre,
que fue muy cordial conmigo. Los políticos no tienen que
temerme, porque soy muy comedido.
LUGAR DE NACIMIENTO. Melilla.
EDAD. 67 años.
CURRiCULUM. Este dramaturgo, escritor, pintor y creador global
obtuvo hace siete años el Premio de Teatro de la Academia
Francesa.
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Pero usted puso a caer de un burro a Felipe González
cuando era presidente de Gobierno.
Yo hablaba de la desamortización del Estado y ellos se
lo tomaron como algo personal. En el 93 planteé esa cuestión
y me tacharon de reaccionario. Curiosamente, años después
un socialista francés y un comunista italiano fueron los
que instauraron la desamortización en sus respectivos
Estados. Y eso responde a lo que siempre pedí, que es
un Estado modesto y moderno.
También pidió la desamortización del
Museo del Prado.
¿Por qué no? No estaría mal que lo controlaran
manos privadas. Esas manos me parecen algo más responsables
que las de los funcionarios.
¿No espera nada de los políticos?
Sería impensable que me propusieran algo, porque yo ya
tengo mi puesto oficial, que es embajador de España en
Francia.
¿Le satisface esa imagen de provocador que se ha forjado
con el paso del tiempo?
Esa imagen se creó en tiempos del antiguo régimen.
Pero yo soy una persona discreta y muy razonable. Había
que justificar de alguna manera que mis obras de teatro las interpretasen
actores como Lawrence Olivier en el National Theater y no se
pudieran estrenar en Madrid. Por eso se inventaron que Arrabal
ofrecía bocadillos de mierda a los espectadores, algo
que nunca hice. También han dicho que yo proclamaba que
le quitasen todo a González. Yo nunca he dicho eso. Sólo
he pretendido levantar un poco el debate político en España.
Pero no me negará que usted dijo que era antidemocrático
que un ¡efe de Gobierno y su familia viviesen en un palacio,
razón por la que pidió a los estudiantes que asaltaran
la Moncloa y echaran a González a patadas. ¿Ahora
pediría lo mismo?
Me parece razonable que todos los líderes políticos
vivan cerca del pueblo. Cuanto más cerca se encuentren
del pueblo y más modestas sean sus vidas, mucho mejor.
Texto: Femando Cohnen
Foto: Jesús Umbría
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